«La historia universal comenzó en el siglo XVI, al momento en que los europeos lograron penetrar la cuenca del Pacífico navegando por el Océano Atlántico. Fue el inicio de una nueva era, asombrosa, en la historia de la humanidad» Omar Jaén
Esta es la tesis que sustenta el sociólogo panameño Omar Jaén Suarez en su obra ‘500 años de la Cuenca del Pacífico’, publicado en 2016 por Ediciones Doce Calles con la ayuda del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España.
Se trata de una obra, que según su editor, Pedro M. Sánchez, ‘sintetiza de forma ejemplar los cinco siglos del devenir humano en una amplia zona del planeta que se está convirtiendo en el principal protagonista durante este siglo y que sin duda, nos ayudará a comprender las claves de su desarrollo y de su futuro. Un texto inteligente, que unido a una selección de casi 800 ilustraciones, gráficos y mapas, nos va a seducir’.
ANTECEDENTES
En el siglo XV el mundo era un lugar muy diferente al de hoy. Había historias rurales, continentales, nacionales. Se tenía constancia de los reinos de Oriente a través de los viajes de Marco Polo, que había navegado por el Océano Índico, desde Venecia, pero la información de esas culturas lejanas estaba envuelta en infinidad de leyendas.
Aunque algunos grandes navegantes habían logrado llegar hasta Groenlandia y más allá, Europa carecía de la tecnología y los conocimientos geográficos para dominar los mares y establecer rutas de navegación comerciales hasta el Oriente.
El descubrimiento de América fue un resultado circunstancial de los esfuerzos de los europeos por alcanzar esa mítica ruta hacia Oriente, tierra de las especies y legendarios imperios como China y Japón.
Para Cristóbal Colón, y los primeros conquistadores, este continente fue un estorbo, y su hallazgo un producto secundario de la búsqueda de los anteriores, sostiene Jaén Suárez en su obra.
Europa tendría que esperar 20 años más para entrar al Pacífico. Ello ocurrió entre los años entre 1513 y 1522, a través de dos hechos fundamentales, señaló el autor en una entrevista con La Estrella de Panamá.
El primero fue el avistamiento, en septiembre de 1513, del Mar del Sur por parte del conquistador español Vasco Núñez de Balboa, quien cruzando las tierras del istmo de Panamá, desde el Caribe hasta Darién, dejó constancia de la existencia de un mar que confirmaba que esos territorios no eran las Indias.
El segundo fue el viaje de circunvalación terrestre realizado por Fernando de Magallanes, bajo el auspicio de la corona española en 1519. Partiendo desde España y cruzando el océano Atlántico, Magallanes navegó por las costas suramericanas, para cruzar el estrecho que hoy lleva su nombre al sur de Chile, y seguir al Pacífico hasta las Islas Molucas, y traspasar la frontera del Océano Índico.
Gracias a Magallanes y a su segundo, Juan Sebastián Elcano, que lo reemplazó al morir este en Filipinas, y llegó de vuelta España (1522), así como a la hazaña de Balboa, España comprobó para el mundo que la tierra era redonda, para dar comienzo al intercambio cultural y comercial que constituiría la primera globalización y el inicio de la historia universal, sostiene Jaén Suárez.
‘Fue el inicio de una nueva era, asombrosa, en la historia de la humanidad’, sostiene el autor, una era ‘que se mantiene hasta nuestros días y que produjo una serie de impactos muy variados que alteran y modifican de inmediato el medio natural y cultural’.
DETALLES DEL LIBRO
Desde finales del siglo XVI hasta comienzos del siglo XIX, España controló la mayor extensión de las riberas del Pacífico, que fue conocido durante este tiempo como ‘el gran lago español’.
Los territorios hispanos en América se extendían desde Chile hasta Alaska, y, en el otro extremo del océano, hasta el archipiélago filipino y el de las Marianas. Esta condición de potencia del Pacífico se mantuvo hasta 1898, cuando estas posesiones pasaron a ser controlados por Estados Unidos. El país norteño relevaría a España a partir de la compra de Alaska, en 1867; la incorporación de Hawaii, a finales del siglo XX; la construcción del Canal de Panamá y finalmente, el triunfo sobre Japón, en lo que supuso el fin de la II Guerra Mundial.
Pero, en su momento, la supremacía española España se mantuvo en el siglo XVI gracias a las rutas comerciales: la de Panamá y la del Galeón de Manila.
A través de la primera se transportaba el oro y la plata del Pacífico suramericano, especialmente de Bolivia y Perú, hasta España, a travesando el istmo de Panamá. Estos metales preciosos corrieron por toda Europa a través de la península Ibérica, que financió con estas riquezas guerras costosísimas dirigidas a mantener la supremacía de la dinastía de los Habsburgo. Era una España en la bancarrota tras la expulsión de los judíos y los musulmanes, que encontró en el oro americano una forma de levantarse nuevamente y correr sus sueños imperiales.
La segunda ruta de comercio española, la de México o ‘el Galeón de Manila’, que partía de las colonias españolas en las Filipinas, permitía llevar a España mercaderías chinas y de otros países del lejano oriente. De Manila, los galeones llegaban a Acapulco, atravesaban el istmo de Tehuantepec, para partir de allí hasta Veracruz y de allí a España.
EUROPA GANA MUCHO
El proceso de globalización iniciado a través de la llegada del hombre europeo a la cuenca Pacífico tuvo un impacto incalculable sobre Europa y el mundo. El continente se rindió en admiración ante la cultura milenaria asiática, sobre todo la china y japonesa, con sus encantos exóticos como la porcelana, las sedas, las lacas y diferentes diseños que maravillaban a la nobleza, a los hombres ricos y a las cortes europeas, sostiene Jaén.
En Europa aparecieron fábricas de porcelana fina, utilizados para adornar salones enteros. Se utilizaban papeles de arroz pintados con imágenes chinas. ‘Hasta el imponente Versalles tuvo su salón chino’, asegura el autor.
‘Había mucho interés por conocer las culturas orientales y se publicaron infinidad de libros que intentaban descifrar diferentes temas, entre ellos la filosofía y la religión’.
Para el autor de ‘500 años de la cuenca del Caribe’, se trata de una situación diferente de la que supuso el hallazgo de América.
‘Para los habitantes autóctonos de América, la llegada de los españoles supuso una hecatombe desde el punto de vista demográfico. Los nativos americanos habían estado separados de los europeos y asiáticos durante 15 mil años y no compartían los desarrollos de inmunidad hacia las mismas enfermedades. Al entrar en contacto con los europeos, los gérmenes que estos traían provocaron la muerte de un hasta un 80% de la población. Yo calculo que antes de la llegada de Colón, había en las tierras continentales e insulares unos 50 millones de habitantes, que quedaron reducidos en unos 20 años a una décima parte’, sostiene Jaén Suárez.
‘No lo llamaría genocidio, porque la intención no fue terminar con ellos, sino que ocurrió como efecto del encuentro…. ‘, manifestó, añadiendo que lo que sí se destrozó con intención y alevosía fue la cultura autóctona, las edificaciones, la religión, la forma de vida…. Sobre esa destrucción se asentó una nueva cultura, la mestiza, que posteriormente incorporó a la mano de obra africana, para crear lo que algunos intelectuales han llamado ‘la raza cósmica’.
Con todos los avances culturales de los aztecas, los incas y los mayas, estos carecían de la organización, las masas de población de Asia, o el poderío económico de las naciones asiáticas.
‘En Asia los europeos encontraron culturas milenarias, como los imperios coreano, japonés, chino, organizadas, militarizadas, que no se dejaron penetrar por la cultura extranjera, con pocas excepciones’.
Imposible presentar en este corto espacio una cobertura de todos los temas tratados en este fascinante libro, que abarca también los aspectos religiosos, científicos, filosóficos.
En fin. Se trata de un esfuerzo extraordinario que supone un iluminador pantallazo a la historia de esta región de elevadísima importancia geoestratégica y que en los próximos años, con el resurgir de China como potencia, cobrará aun mayor relevancia si se quiere.