Mitos sobre el asesinato de Ramón Cantera

7jP58yHDA sesenta años del magnicidio de José Antonio Remón Cantera, personas que se ocupan de historia, han venido martillando las mismas hipótesis foráneas que intentan probar un complot internacional en la ejecución del crimen. Alguna de ellas con méritos para ser profundizadas. Otras influenciadas por novelas donde la imaginación discurre sin frenos parecen francamente descabelladas y riñen con el sentido común.

El asesinato de John Fitzgerald Kennedy ha producido cien mil libros. Aunque Lee Harvey Oswald, el presunto autor material, jamás confesó haber disparado sobre el Presidente, en Panamá, como ventaja, se tenía a un Rubén Miró Guardia declarado confeso del crimen.

Recientes investigaciones han arrojado nuevas evidencias que las noticias sobre la vinculación internacional de la Mafia con Irving Martin Lipstein como el ejecutor de Lucky Luciano fueron incubadas en Panamá por presuntos investigadores, más bien farsantes, que le suministraron al periodista Armando Cruz Cobos de la sensacionalista revista Bohemia todo un material amañado que sirvió para realizar dos entregas en marzo y mayo de 1955.

Estas entregas se refieren a Lipstein como el asesino de Bugsy Siegel, el creador de Las Vegas como el hombre que vino a Panamá a asesinar a Remón.

Nada de esto tiene el menor sustento. Familias panameñas habrían financiado los artículos pues contribuían a alejar las sospechas que pesaban sobre los sindicados. Por supuesto los abogados de la defensa utilizaron a profusión los argumentos de la conexión de la Mafia con el crimen de Remón ya que la tesis ayudaba a sus clientes y creaba confusión en el jurado de conciencia.

Estos artículos de Bohemia fueron integrados en algunos de los informes del residente de la CIA en Panamá dándoles una dimensión internacional según consta en doce archivos desclasificados por la CIA publicados en la entrega del Diario La Prensa del 2 de enero de 2007.

Algunos de estos archivos desclasificados hacen muy serias acusaciones sobre familias panameñas que no han tenido eco ni respuestas por parte de las familias de los interesados. Lamentablemente las páginas de Internet están saturadas de artículos apócrifos que han mundializado la desinformación.

Desde 1955 hasta nuestros días, la historiografía panameña sólo ha producido tres libros y un pequeño pero excelente ensayo jurídico. Un cuarto libro fue redactado por un historiador estadounidense que se trasladó al país a realizar sus investigaciones.Muy pobre la literatura existente sobre uno de los hechos cumbre de nuestra historia republicana.

Los pesos pesados de nuestros historiadores profesionales le han inexplicablemente sacado el cuerpo al tema, como si temiesen pisar callos. Todavía existe documentación que no ha sido explotada.

Cada año transcurrido se yergue con mayores dificultades para el investigador. Los actores principales han fallecido. Muchas fuentes periodísticas y archivos judiciales han desaparecido, en un país que ha tenido poco interés en salvaguardar su memoria histórica.

Aquellos que se ocupan de historia han venido confiando en que algún momento, los archivos desclasificados de la Agencia Nacional de Inteligencia (CIA) o los del Departamento de Estado vendrán a confirmar las sospechas de la conspiración internacional detrás del asesinato del Presidente.

Mientras algunos fincan sus esperanzas en el extranjero, otros sostenemos que en la documentación disponible existen todavía filones por explotar que van a desmentir hipótesis profundamente arraigadas. Lo medular sigue estando en Panamá.

Existen temas que curiosamente no han sido abordados. ¿Tenía Remón poderosos enemigos internos que pudiesen desear su desaparición? ¿Constituyen el asesinato de Remón y el derrocamiento y posterior juzgamiento de José Ramón Guizado dos movimientos de una misma Sinfonía ?

¿O esos movimientos se extienden desde el fallecimiento de Domingo Díaz Arosemena dónde, de 1949 hasta 1956, las pugnas entre clanes oligárquicos produjeron entre renuncias, golpes de estado y asesinatos ocho presidentes en ocho años? Ni siquiera el magnicidio de Remón sosegó los apetitos por el poder. El gobierno de Ernesto de la Guardia tuvo que enfrentar varios intentos de derrocarle. Queda mucho por investigar.

1949 fue el año clave en que el país pudo retomar el camino de la civilidad y limpiar los establos de Augias. Pero Arnulfo Arias Madrid se puso de acuerdo con Remón para traicionar las ansias de adecentamiento del país. Mal paga el diablo a quien bien le sirve. Meses después Arnulfo Arias sería depuesto por Remón con el consentimiento de la Asamblea por haber violado la constitución.

A finales del año 1954, Remón le había manifestado a su Gabinete y había invitado a la prensa para confirmarle que no aspiraría a una reelección que además le estaba vedada por la Constitución Pero bastaba con que inclinara un dedo meñique para que su designado fuese el imbatible candidato presidencial por la Coalición Patriótica y esta decisión tenía que mantener en vilo a familias para quiénes la transición era vital a sus intereses.

En ese enrarecido clima surge la figura de Rubén Miró Guardia que parece haberse desdibujado en aquellos que siguen confiando en que la verdad les será revelada desde el extranjero.

Dice un adagio popular que “a confesión de parte relevo de pruebas”. Rubén Miró confesó libremente, en su sano juicio y sin cohecho, haber ultimado al Presidente Remón con una ametralladora Schmeisser que recientemente había adquirido. Su primera confesión es tan serena, prolija, tan llena de detalles sobre la hora del crimen, su desplazamiento hacia el Hipódromo de Juan Franco, la cantidad de ráfagas disparadas, que deja pocas dudas de su autoría.

Pero hay más. Su arresto el seis de enero de 1955 obedeció a varias denuncias, entre ellas la del Padre Pérez Herrera que demuestran la previa vinculación de Miró con el intento de asesinar a Remón.

Con el concurso de hábiles abogados, Miró logró embaucar al jurado de conciencia que lo dejó en libertad. Un análisis de la presiones de los medios de la época, el clamor popular, la pugna entre ricos y pobres que se enraizó en la sabiduría popular deben ser objeto de análisis para entender la decisión del jurado.

Hombre de vida airada, de rompe y rasga y de absoluta inconsistencia moral, Miró acusó al Presidente Juan Ramón Guizado y a uno de sus socios Rodolfo de Saint Malo de ser autores intelectuales del asesinato. Pero no paró allí.

Posteriormente acusaría al coronel Bolívar “Lilo” Vallarino de haberle coaccionado para que denunciara a Guizado y todavía en 1959 acusaría desde el extranjero a Thelma King y Alejandro “Toto“ Remón de estar implicados en el crimen.

Estuvo involucrado en los desembarcos de mercenarios cubanos que intentaban derrocar a Ernesto de la Guardia. En estos intentos cooperó con su primo Roberto “Tito” Arias cuya participación y la de su esposa Margot Fonteyn es bien conocida en los acontecimientos. Murió tan violentamente como había vivido por causas que hasta la fecha no se han esclarecido.

Por muy deficiente que sea el estado de nuestros archivos, todavía contienen mucho material explotable que pueden constituir “el llavero que permita abrir nuevas cerraduras”. En ese empeño nos mantenemos.

Como concluyó Juan Materno Vásquez su enjundioso estudio jurídico “Anatomía de una Infamia Procesal” , cuando se escriba la verdadera biografía de Remón, el biógrafo no sabrá quién lo mató, ni porqué lo mataron. Añadirá que legalmente nadie lo mató.

El investigador panameño Alexis Sánchez afirma que César Pereira Burgos le señalaba que en la primera declaración de Rubén Miró estaba toda la verdad del crimen de Remón. También yo le escuché al entrañable y desaparecido amigo afirmar lo mismo. Añadiendo que después que Miró saliese libre tras permanecer casi tres años detenido, un amigo que lo encontró en un juzgado le dijo “Mira Rubén, me alegro volver a ver que estás libre, estuve pendiente de tu arresto, pero dime Rubén, ¿ quién mató a Remón ?, y Miró le contestó “ Yo mismo, pero nadie me cree “.