El cannabis era conocido a principios del siglo por sus efectos contra el asma. Para penalizar su uso, solo bastó una conferencia y un movimiento internacional interesado
El ‘kenke’ ahora sí tiene quien lo defienda. Una película local con el mismo nombre, recientemente estrenada, y que pone de manifiesto las hipocresías que se tejen alrededor de su consumo, llega en momentos en que la sociedad debate cada vez más seriamente la despenalización de esta hierba, prohibida en Panamá en el año 1934.
Hoy, son muchos los que se preguntan por qué si sus efectos negativos —que los tiene— son menos graves que los de algunas drogas legales, como el alcohol, el cannabis fue penalizado en primer lugar.
Las razones, aducen algunos analistas y observadores, se acercan a factores ajenos a lo estrictamente médico o moral, para plantear cuestiones aparentemente no relacionadas, como el conflicto norte-sur o los prejuicios racistas.
Se calcula (2013, World Drug Report), que 180.6 millones de personas (casi el 4% de la población global entre los 15 y 64 años de edad) consume o ha consumido este psicotrópico .
EL CANNABIS MEDICINAL

En Panamá, los cigarrillos de cannabis eran promovidos a finales del siglo XIX y principios del XX en anuncios publicitarios de La Estrella de Panamá. como ‘el medicamento más avanzado contra el asma’.
Sin embargo, en 1934, la droga era incluida en la lista de sustancias prohibidas, junto con el opio y la cocaína. La ley 32 de diciembre de 1934, firmada por el presidente Harmodio Arias, sumaba al país a un grupo de naciones que intentaban proteger a sus ciudadanos de sustancias como el opio, que según los reportes de los misioneros occidentales del siglo XIX, causaba estragos en la población china. Los cálculos de la época sitúan el número de adictos de este país entre los 21 y 25 millones.
Era una época en que las drogas y sustancias alucinógenas, usadas desde los comienzos de la historia para fines místicos y religiosos y cantadas por cronistas como Heródoto, irrumpían en las redes comerciales (Guerras del Opio) de un capitalismo en plena expansión .

En 1909, los delegados de trece naciones del mundo se reunieron en Shanghai para dar forma a una comisión internacional que tres años más tarde lograría firmar el primer tratado de prohibición de estupefacientes, conocido como ‘Convenio Internacional de Opio de la Haya’ (1912).
La responsabilidad de ese naciente sistema internacional de control de drogas sería absorbida por la Liga de Naciones (antecesor de la Organizacion de Naciones Unidas). Esta organización realizó una serie de convenciones en 1920, 1925, 1931 y 1936, que pusieron la tónica de lo que sería la futura ‘guerra contra el flagelo de las drogas’.
EL DESTINO DE LA MARIHUANA
Aunque al comité le preocupaba más bien el tráfico de opio, morfina y cocaína, algunos de los países miembros, sobre todo aquellos donde el cannabis era popular, forzaron la incorporación de esta en la agenda de la conferencia.
Uno de los puntos de inflexión en la historia de la marihuana, que selló su destino como sustancia prohibida, fue la espeluznante descripción que hizo el delegado egipcio Mohamed El Guindy en la Convención Internacional de Opio de 1925, donde la presentó como una sustancia ‘tan peligrosa como el opio, sino más’ y capaz de causar la decadencia del organismo, producir síntomas de histeria e insanidad mental.
Tan peligrosa era, dijo El Guindy, que entre un 30% y 60% de los enfermos mentales internados en las instituciones egipcios habían sido llevados a ese estado por el consumo del hachís, la resina del cannabis.
Países como Turquía, Grecia, Sur Africa y Brasil, que ya habían prohibido el cannabis, apoyaron la medida presentada por el delegado egipcio.
De esta manera, la droga fue incluida entre las sustancias controladas internacionalmente: su exportación era prohibida a los países que así lo determinaran y se requería de un certificado de importación a los países donde su uso estaba permitido.
EN EL PAÍS DE LA LEY SECA

Mientras esto sucedía en Europa, en Estados Unidos, el Movimiento por la Templanza (Temperance Movement), originado en el siglo XVIII, se hacía más radical y obtenía el empuje necesario para que se aprobara la Ley de la Prohibición o Ley Seca, vigente entre 1920 y 1933.
Más adelante, se montó la estrategia contra la marihuana, promovida por Harry J. Anslinger, el primer comisionado del Federal Bureau of Narcotics (FBN).
Apoyado por el empresario William Randolph Hearst, quien tenía su propia agenda contra la planta y su variedad de usos industriales, Anslinger promovió una campaña mediática feroz y plagada de prejuicios y de aseveraciones infundadas y hasta ridículas, que lograron hacer de la marihuana un verdadero villano ante la opinión pública.

En entrevistas de radio, foros, revistas y artículos de prensa, Anslinger aseguraba una y otra vez que se trataba de la droga ‘más peligrosa de la historia’ y que no solo llevaba a la locura, sino que promovía la violencia y la muerte. Sus usuarios, decía, se encontraban entre los negros, los hispanos, los músicos de jazz y la gente del espectáculo. Y se había notado que las mujeres blancas eran incitadas por esta droga a buscar sexo con hombres de raza negra o con gente del bajo mundo.
Motivados por las versiones sensacionalistas y sin estar preparados para un análisis científico, los países líderes en Europa fueron gradualmente incorporando el cannabis a las leyes que prohibían ya el consumo y posesión del opio y heroína. El Reino Unido y los Países Bajos lo hicieron en 1928; Alemania, en 1929.
El destino de la marihuana estaba sellado.
ACTITUDES LOCALES
En Panamá, la propuesta editorial de La Estrella de Panamá , reflejó el cambio de actitudes hacia la planta. Si a finales del siglo XIX se exaltaban sus propiedades benéficas, en la década de 1930 el diario reflejaba ya su demonización.

‘Bajo la influencia del cannabis indica ni hay jaquecas ni se nota pesadez alguna en el cerebro. La embriaguez no embrutece, sino que produce un largo sueño interrumpido por accesos lúcidos’, decía el redactor de la nota ‘Paraísos artificiales’, publicada en La Estrella de Panamá el 28 de septiembre de 1893.
En diciembre de 1896, en la sección femenina del diario decía a sus lectoras que ‘harto conocidas son de los médicos las propiedades antiasmáticas del cannabis indica que, presentado en forma de cigarrillos por los señores Grimault y Cia., han creado el medicamento más empleado para combatir la opresión, los sofocos y la falta de sueño’.
Unos 40 años más tarde, la actitud era diferente.
Un artículo publicado el 13 de septiembre de 1935 (ya prohibida la sustancia en 1934), bajo el título de ‘Confeso de usar canyac penado con 2 años‘, da cuenta del panameño de origen antillano Rupert Kumer, quien, tras reconocer el uso y posesión de canyac, fue enviado a la isla penal de Coiba por dos años.
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Otra nota publicada en enero de 1932, bajo el título ‘Se acabará la costumbre del canyac’, aseguraba que ‘como quiera que entre el elemento del hampa capitalina se está desarrollando de manera escandalosa la costumbre o vicio de fumar la yerba conocida comúnmente como canyac (…) se ha abierto una campaña rigurosa y efectiva para acabar con ella’.
La nota relata que el jamaiquino de 38 años Lionel Mimo, inquilino del cuarto número 4 de la casa 9, situada entre la esquina de la Calle 25 Este y 15 de febrero, se dedicaba a la venta de esta yerba que ‘tantos estragos está causando entre cierto sector de nuestra juventud’.
‘A Mimo también se le decomisó un cuchillo y un machete, que según su confesión, se usaría como arma de defensa si la policía trataba de capturarlo’, continuaba.
Artículos de esta tónica, publicados de forma periódica, contribuyeron a cimentar la mala fama de la planta, hasta las décadas del 60 y 70 del siglo XX. Entonces, cuando la misma droga era consumida bajo el más sofisticado nombre de ‘marihuana’ por estudiantes de las capas altas de la sociedad, familiarizados con la sustancia en las universidades estadounidenses, todavía el kenke era asociado con el bajo mundo y uno de los peores estigmas sociales era el de ‘canyaccero’.
El debate sobre su legalidad ha cobrado auge por las recientes terapias que incorporan este estupefaciente como analgésico y calmante y los pocos resultados de las campañas represivas.
MATERIAL ADICIONAL
Película Refeer Madnes, un clásico de la campaña para combatir el consumo de marihuana en la juventud estadounidense
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