‘Estoy retirado, pero la gente no me cree’, confesó, una tarde de julio de 1981, Omar Torrijos al escritor Mario Vargas Llosa, huésped en su casa de playa en Farallón.
‘Ahora mi principal problema es esconderme para que la gente no me encuentre. Hay veces que me escondo tan bien, que ni yo mismo sé dónde estoy’, continuó el general.
Irónicamente, una semana después de la conversación con el escritor peruano, Torrijos desaparecía para siempre.
El viernes 31 de julio de 1981, el avión De Havilland «Twin Otter» FAP-205, el mismo en el que había viajado Vargas Llosa una semana antes para acompañar al militar panameño en su «patrullaje doméstico», y conducido por el mismo piloto, Azael Adames, se estrellaba cerca de la cordillera Central, entre las provincias de Coclé y Colón, en la República de Panamá.
Los hechos no se darían a conocer al público sino hasta el sábado 1 de agosto, cuando gran parte del país sintonizaba Sábado con Martínez Blanco, y el locutor de cabina interrumpió para anunciar la noticia que despertaría el llanto, angustia e incertidumbre y daría un vuelco a la historia del país.
Su inesperada muerte daría paso a la renovación de la fuerza militar, por entonces en camino del repliegue, y a una línea sucesiva de generales que se relevarían los unos a los otros en una secuencia de intrigas y traiciones.
Con el tiempo, la muerte del ‘líder máximo de la revolución panameña’ se convertiría también en alimento de todo tipo de teorías de la conspiración: ‘Torrijos está vivo pero se ha escondido’. ‘Torrijos fue asesinado por los norteamericanos de la misma manera que lo hicieron con Jaime Roldós. Los dos se oponían al Imperio’.
Tan honda ha llegado a posicionarse la convicción de que hubo una conspiración para asesinar al caudillo panameño, que pocos creerían en la actualidad que su muerte pudo haber sido fruto de un accidente.
SORPRESA
Nadie hubiera podido presagiar tan trágico final para el ‘hombre fuerte de Panamá’. Ni siquiera el tono grisáceo de aquella mañana del viernes 31 de julio de 1981, en que el general dejaba su paraíso playero en Río Hato, a las 10:44 a.m., para dirigirse hacia su amado Coclesito, haciendo a las 10:55 una parada en Penonomé.
Casi una hora más tarde, a las 11:40 a.m, partía nuevamente hacia su destino final.
El tiempo no era bueno, pero era un viaje sencillo de apenas de 15 minutos, que el avión recorrería en constante comunicación con la torre de control.
Unos 12 minutos después de la partida, el capitán informó el éxito del viaje. Esa fue la última comunicación.
Los residentes de Coclesito, más adelante reportarían haber escuchado, entre las 11:50 a.m. y las 12:05 p.m., dos estallidos provenientes de la cordillera.
DE PRIMERA MANO
A primeras horas de esa misma tarde, un grupo pequeño de allegados a Torrijos empezaba a conocer la noticia.
«El FAP-205 no ha llegado a Coclesito. Traéte los aviones que puedas. Pero recuerda, esto es confidencial’, ordenó, en tono de urgencia, el coronel Alberto Purcell al capitán Miguel Von Siedlitz, entonces gerente del Grupo Aviones de Panamá, en el aeropuerto Marcos A. Gelabert de Paitilla.
Casi de inmediato, Von Seidlitz tomó el avión HP-2A, el que usaba el presidente Aristides Royo, para dirigirse hacia Coclesito junto con un grupo de pilotos.
Al grupo le tocaría ser los primeros en observar la escena del accidente ese mismo día. Su testimonio, recogido en la revista Lotería, número 484 de Mayo – Junio de 2009, ofrece, sin mayores agendas, un relato que fortalece la idea de un accidente.
Tras buscar entre los cerros, con los mapas sobre las rodillas, entre el persistente mal tiempo, descubrieron, en la ladera del Cerro Marta los restos del avión. Más entrada la tarde, sobrevolaron en un helicóptero y se estacionaron en la cumbre del cerro.
De acuerdo con el relato ofrecido en la revista Lotería, desde lo alto del Cerro Marta, Von Siedlitz dedujo cómo pudo haber ocurrido el accidente; el piloto habría intentado cruzar un cañón entre el Cerro Juan Julio y el Cerro Marta, cuando los problemas meterológicos le hicieron perder la visibilidad.
El ala izquierda del avión habría pegado contra un árbol, haciendo que la nave girara hacia el lado, impactando en la ladera, en la parte más alta de un cerro que medía 3,432 pies.
Por eso la nave no había quedado regada por la montaña.
«Apura, Mike, que esto se está poniendo difícil», urgía el capitán a uno de sus colegas pocos minutos después, mientras las nubes y el viento volvían a cubrir el área, dificultando al helicóptero mantenerse en posición.
‘¿Y los otros?’, preguntó Von Siedlitz, en referencia a los que todavía inspeccionaban los restos del avión.
«Nos vamos, no podemos esperar más’, fue la respuesta.
El teniente Sergio Rodriguez se quedaría aquella noche velando el cadáver del general y el de sus acompañantes. Allá arriba, siempre según el relato del capitán Von Seidlitz, Rodríguez recibiría la llamada del coronel Contreras, ansioso de conocer la realidad de la situación.
‘No hay sobrevivientes, mi coronel’, dijo, a lo que Contreras le respondió en un ataque de estrés y furia: ‘¿Quién #*+… es usted para decir que mi general está muerto?’.
¿Quién &*^P*** es usted para decirme que mi general está muerto?
LA INVESTIGACIÓN
Días después, el Ministerio Público de Panamá daba comienzo a la investigación, que concluiría el 3 de abril de 1983, en el Juzgado Segundo de Penonomé, cuando Alfonso Chen sobreseyó provisionalmente el caso, aduciendo que ‘las piezas procesales permitían descartar mano criminal’.
Según los peritos panameños, los de la compañía canadiense De Havilland y la estadounidense de motores Pratt & Whitney, no se detectaron residuos de explosivos.
Tampoco fallos mecánicos. Primero hubo una colisión y luego un incendio.
Se trataba de un accidente tipo CFIT, es decir, contra el terreno de vuelo, el más común entre los accidentes ocurridos en la aeronavegación panameña.
De 17 accidentes entre 1935 y 2000, 15 fueron de este tipo. No obstante, el perito John Gilchrist, de Havilland ‘no descartó irrebatible mano criminal’.
TEORÍAS DE LA CONSPIRACIÓN
No fue sino sino hasta cinco años después, en marzo de 1986, cuando un miembro de la familia Torrijos daría inicio a las conjeturas de posibles conspiraciones.
‘Tengo un 90% de seguridad de que mi hermano Omar fue víctima de un complot’, dijo el legislador Hugo Torrijos Herrera ante la Asamblea Nacional. Había sido la CIA, bajo la operación ‘Halcon en pleno vuelo’.
Supuestamente, según la versión del hermano del general, se había colocado en el avión una caja de Coca Cola con el explosivo. La información se la habría suministrado un sargento dominicano de apellido Oliveros, quien teóricamente tenía nexos con la CIA.
Diferentes versiones de la misma historia pronto correrían como pólvora .
‘El avión siempre olía a combustible quemado y días antes se le colocó un filtro de aire para eliminar el mal olor. El filtro tenía el tamaño de una cajeta de cigarrillos y fue colocado en el respaldar del asiento que ocupaba Torrijos’, dijo un observador.
‘Un cubano y un norteamericano viajaron hasta Penonomé para ejecutar la parte final de la operación’, dio a conocer el panameño Dagoberto Franco en el libro ‘Yo acuso’.
«Un cubano y un norteamericano viajaron hasta Penonomé para ejecutar la parte final de la operación»
Una publicación del Diario Critica señala que ‘Teodoro Machazek, hermano del sargento Ricardo Machazek, que iba a bordo del avión, reveló que, días antes del accidente, al avión de Torrijos se le había instalado un potente radio de comunicación y nunca se supo quién efectuó ese trabajo’.
Igualmente señala que ‘Manuel Antonio Noriega, después de ser derrocado por los norteamericanos, alegó que Torrijos fue blanco de un atentado perpetrado por una fuerza de tarea de la inteligencia norteamericana’.
La versión más comentada fue la del norteamericano John Perkins, en su libro ‘Confesiones de un sicario económico’ , en el economista afirma haber jugado un papel en el proceso de ‘colonización económica’ de los países del Tercer Mundo, en nombre de lo que él describe como una conspiración de corporaciones, bancos y el gobierno de los Estados Unidos.
Según Perkins, la CIA planeó el asesinato porque Torrijos había firmado un acuerdo con un grupo japonés para la construcción de un canal a nivel, lo que molestó a la principal compañía constructora americana, Bechtel, que se resistía a no tener participación en ese negocio.
La Agencia de Seguridad de Estados Unidos (National Security Agency), ha negado la versión de Perkins, aduciendo que se trata solo de fantasías. Según la CIA, su libro, un éxito de ventas internacional y best seller del NY Times, Confessions of an Economic Hit Man es popular porque se trata de una emocionante historia de espionaje narrada en primera persona que presenta imágenes preconcebidas sobre la explotación de los países del Tercer Mundo».
Aunque la CIA reconoce que el autor levanta interrogantes legítimos sobre el impacto de las políticas de desarrollo sobre países pobres, desestima su reclamo de que era un funcionario de la NSA como una «total fantasía».
El libro permaneció durante siete semanas en la lista de best-sellers del New York Times , no así otros títulos más esotèricos del mismo autor: Psiconavegación: ‘experiencias de primera mano sobre cómo diversas culturas tribales viajan más allá del tiempo y el espacio por medio de visiones y sueños’ o ‘El mundo como lo imaginas: técnicas chamanísticas del Amazonas y los Andes’.
La sorpresiva muerte de Omar, como las de muchos otros líderes o famosos, deja el camino abierto a todo tipo de conjeturas, a las que siempre seguirán añadiéndose nuevos elementos interesados. Mientras una investigación seria y creíble no dictamine qué sucedió, como en cualquier otro mercado libre, cada cual elige lo que quiere creer.
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