La desaparición del padre Hèctor Gallegos

En noviembre de 1941, explicando los métodos de  intimidación que debían usarse  contra los opositores,  Adolfo Hitler recomendaba que las detenciones se hicieran en la oscuridad de «la noche y la niebla» (Decreto Nacht und Nebel), sin  dar otra información “que el hecho de la detención”.

La idea era dejar a los familiares y a la población general en la incertidumbre, decía el fuhrer, para lograr  “una intimidación efectiva y duradera”.

Por “la misma razón —continuaba—, no es aconsejable la entrega del cuerpo de la víctima:  el lugar del entierro podrá ser utilizado para manifestaciones”.

En las décadas del 70 y 80, la práctica descrita por Hitler sería usada masivamente por los regímenes militares de América Latina, especialmente en Chile,  Argentina y Brasil.

En Panamá,  desde  1968.

Entre los años 1968 y  1989, de acuerdo con informes de la Comisión de la Verdad (reporte de 2002) desaparecerían en el país 187 personas.

Floyd Britton, en 1969. Rubén MiróHeliodoro Portugal, en 1970…

260px-Floyd_BrittonEn 1971,  le tocaría el turno al sacerdote colombiano Héctor Gallego,  detenido, según varios testigos, el  miércoles 9 de junio, a las 11 de la noche, en la población de Santa Fe, provincia de Veraguas, por dos personas que se identificaron como agentes de la Guardia Nacional.

El padre Gallego

El  secuestro de Gallego fue denunciado por el campesino Jacinto Peña, testigo de los hechos,  a las 6 de la mañana del jueves 10 de junio en Santiago de Veraguas.

Poco más tarde, el obispo de la diócesis de Santiago,  Martín Legarra, no dudaba en ligar  la  desaparición a los roces  que causaba  su obra entre los poderosos.

El Plan Veraguas

El trabajo de Gallego en los campos de Veraguas estaba enmarcado dentro de un plan elaborado por la Iglesia Católica, llamado Plan Veraguas, inspirado  en  un catolicismo progresista y la Teología de la Liberación, que promulgaba por un  crecimiento no solo  espiritual, sino también económico y político.

Pero eran  los tiempos de la Guerra Fría y la labor de la Iglesia  chocaría  no solo con los intereses de los terratenientes del área, sino con unas estructuras de poder  atemorizadas con cualquier desafío al orden social establecido.

“Un padre comunista”

El padre Héctor Gallego, nacido en  Colombia en 1938, había llegado a Panamá en el año 1967.

Santa Fe era entonces un área de  difícil acceso y una de las más pobres del país. De acuerdo con las estadísticas de la Iglesia, más del 50% de los campesinos de  más de 10 años era analfabeta; 87.5% de viviendas tenían  piso de tierra; el  80.4% de la población carecía de  agua potable; el  91.9% no tenía energía eléctrica; el  50% de la niñez sufría de malnutrición y había una alta tasa de mortalidad por enfermedades infecciosas y parasitarias y tuberculosis en todas sus formas.

EL PADRE HÉCTOR FUE ENVIADO A TRABAJAR A SANTA FE, UNA DE LAS ZONAS MÁS POBRES DEL PAÍS EN ESA ÉPOCA

El modo de  vida de la población no había cambiado mucho desde la época colonial, cuando se instalaron allí un grupo de  familias (los Castrellón, los Hernández, los Palacio, los Ábrego o los Vernaza Herrera, parientes del entonces ‘hombre fuerte’ Omar Torrijos Herrera), clanes que llegaron a adquirir el control de  las tierras y del comercio local.

El  padre Gallego o sencillamente Héctor, como se hacía llamar,  organizó  sindicatos y  cooperativas de consumo e  indujo a  los campesinos a creer que podían ser dueños de su destino a través del trabajo colectivo y el apoyo mutuo entre los de su clase.

Roces con los poderosos

Gallego no tardó en tener conflictos con los terratenientes, especialmente con el comerciante Alvaro Vernaza Herrera, quien hizo que lo encarcelaran en  julio de  1970, por un oscuro hecho ocurrido en las elecciones de 1968.

El sacerdote fue liberado por intermediación del arzobispo Marcos Gregorio McGrath, quien lo  solicitó a Torrijos. Este  aceptó con la condición de entrevistarse con él para convencerlo de que las cooperativas y demás actividades fueran asumidas por el gobierno.

En el encuentro sostenido el 3 de julio de 1970, Torrijos prometió ayudarlo con una reforma agraria y apoyo económico.

Pero, a pesar de las promesas y el supuesto respaldo,  la intimidación continuó: a finales de mayo de 1971, apenas dos semanas antes de su desaparición, el rancho donde vivía Gallego fue incendiado por dos sujetos.

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Monseñor Martín Legarra

A principios de junio de 1971, el padre viajó a la ciudad para participar en un curso sacerdotal, momento en el que fue llamado a la emisora católica Radio Hogar, donde  el viernes 4 de mayo se le hizo una entrevista.

Hablando al aire en la emisora, Gallego arremetió  contra los grandes comerciantes y terratenientes de la región y señaló que la orientación del movimiento social y político que se estaba gestando en Santa Fe tenía que irradiarse a todo el país.

“Las personas se respetan mucho más. Hay más comunicación; es un ambiente más humano, más optimista, en el sentido de que está más orientado a realizar esta fuerza nueva que se está descubriendo, que es la fuerza de la comunidad.”

“Santa Fe, realmente yo no puedo imaginármelo solo. Un movimiento aislado no puede ir a ningún lado. Cuando hablamos de cambio, nos referimos al sistema”.

Desaparición

Tras la desaparición de Gallego, la Iglesia, y especialmente el obispo Legarra, hicieron esfuerzos para concienciar al país sobre lo ocurrido: todas las sospechas recaían sobre la Guardia Nacional.

2El lunes 14 de junio, presionada por la opinión pública, la institución  publicaba en la portada del diario La Estrella de Panamá  un comunicado firmado por el general de Brigada Omar Torrijos Herrera, en el que se  aseguraba que “la Guardia Nacional ha tomado las medidas necesarias  y no escatimará ninguna para esclarecer el hecho  y hacer que se sancione de manera ejemplar a los culpables”.

Pero el comunicado seguía: “Consideramos este hecho como un intento de  quebrantar la paz y la tranquilidad de que disfrutan los panameños y el país en general;  impedir el cumplimiento de los programas del gobierno en beneficio de los campesinos, los obreros, los estudiantes,  y perjudicar las negociaciones con Estados Unidos, en las cuales hemos planteado que desaparezca el concepto de Zona del Canal, que implica la existencia de un gobierno dentro de otro”.

“La Guardia Nacional ha mantenido la paz y  la tranquilidad sin abusos de ninguna clase,  pero aclaramos que nuestra capacidad de perdón y acción de convencimiento no deben ser confundidos con debilidad, porque  todo aquel que atente, directa o veladamente contra la seguridad del Gobierno o de los asociados, será reprimido con toda la fuerza que requieren las circunstancias”.

El juicio

Las  investigaciones oficiales del caso se iniciaron el mismo  10 de junio de 1971, pero se cerraron el 26 de junio de  1973,  sin mayor resultado.

El caso volvió a abrirse en 1990,  tras la invasión de Estados Unidos.

El 26 de octubre de 1993,  un jurado de conciencia condenó a 15 años de prisión por el secuestro y asesinato del religioso a los militares Melbourne Walker, Eugenio Magallón y Nivaldo Madriñán. Fue absuelto Oscar Alberto Agrazal.

“Hay suficientes elementos de convicción para concluir que Jesús Héctor Gallego Herrera fue detenido por la Guardia Nacional y desaparecido mientras se encontraba bajo custodia de ese cuerpo armado”, concluyó la Comisión de la Verdad.

Hoy, los restos del padre Héctor Gallego no han sido encontrados.

Tal y  como preveía  Hitler, su desaparición dejó efectos duraderos sobre los panameños, que todavía lo recuerdan, pero especialmente, sobre sus familiares.

La hermana del padre, Edilma Gallego, quien en 1971  contaba con apenas doce años, ha pasado la vida entera intentando dar sentido a su desaparición: “¿Qué pasó con Héctor? ¿Lo enterraron allí? ¿Lo enterraron en Cañazas? No, fue  en Tocumen. No, lo arrojaron al mar. No, fue en Coiba. Se siente un dolor profundo. Es  tan simple como eso, el  drama que nunca acaba”.

(Basado en parte en información recabada por Ivonne M. Rodríguez para Reportaje especial sobre Héctor Gallego, 9 de junio de 2014).

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