El asesinato más monstruoso de la vida republicana

El 12 de julio de 1955, parecía haber sido solucionado el misterio en torno al asesinato del presidente José Ramón. Había un autor confeso, testigos que lo corroboraban y el arma había sido identificada. Pero, en realidad, nada era lo que parecía

Llamados a juicio Rubén Miró y otros 6 sindicados”, publicaba la primera plana de La Estrella de Panamá, el día 12 de julio de 1955, seis meses y diez días después del brutal asesinato del presidente panameño José Antonio Remón Cantera.

El día anterior, 11 de julio, hoy hace 60 años, el Segundo Tribunal Superior del Primer Distrito Judicial (Sala de lo Penal) había dictado auto de enjuiciamiento contra Rubén Miró, Rodolfo Saint Malo, Luis Carlos Hernández, Edgardo Tejada, Camilo González, Alfonso Hyams y Teresa Castro, imputados en el asesinato del mandatario, ocurrido el 2 de enero de ese año en el Hipódromo Juan Franco.

Se trataba, según el documento, que no se constreñía al lenguaje legal, “del crimen más monstruoso que registra la historia de la República”.“Para consumarlo —continuaba —, se habían consultado todos los detalles, tomado todas las precauciones imaginables a fin de correr el mínimo de riesgos y obtener el máximo rendimiento de la empresa macabra”.

Pero, “de las sombras surgió la luz, cumpliéndose el aforismo popular de que entre el cielo y la tierra no hay nada oculto”, continuaba el auto, dando la impresión de que se contaba con las pruebas “definitivas” e irrefutables para hacer justicia.

La Corte tenía ya a su disposición un expediente de 4 volúmenes con testimonios de centenares de testigos, entre ellos el del propio asesino confeso, Rubén Miró. 20150709_122455

Además, se había hallado el arma asesina, una ametralladora marca Schmeisser, en la casa de los padres de este. La versión fue corroborada por uno de los testigos, una joven de buena familia que había acudido llorando a la fiscalía, acompañada de su padre, para acusar a su novio de habérsela vendido a Miró.

De acuerdo con los hallazgos que reposaban en el expediente, en el lugar del crimen (unos matorrales ubicados frente al palco de Remón), se habían encontrado “gran cantidad de plomos y de casquillos y balas que fueron recogidas para su examen”, que coincidían con los de esta ametralladora, de calibre 9 mm (.38), serie no 5483 y con las encontradas en los cuerpos de todas las víctimas.

La condena de Miró y de los otros implicados parecía a todas luces segura.

Así fue el magnicidio

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José Remón Cantera

La tarde del 2 de enero de 1955 había empezado de forma apacible para el presidente José Remón Cantera, conocido por sus amistades como “Chichi”.

Refrescado por la rica brisa del incipiente verano, el presidente celebraba con sus amigos, en el palco presidencial del hipódromo Juan Franco, el triunfo de su yegua Valley Star en la penúltima carrera.

A sus 46 años, Remón estaba en la cima de su vida, el equivalente tropical del sueño americano: un muchacho de pocos recursos, educado por su madre, que, a través de la milicia, lograba escalar hasta las más altas cumbres del poder y reconocimiento. modelo de citaEl presidente tenía una participación económica en buenos negocios, era respetado y temido por los ricos y poderosos y, además, mantenía la lealtad del cuerpo armado, al que sus enemigos calificaban como “ejército privado de Remón”.

Mucho se hablaba, además, de la posibilidad de que corriera nuevamente para la Presidencia (habría tenido que reformar la Constitución), o de que se quedase en el poder definitivamente, al estilo Somoza en Nicaragua, todo dependía de su voluntad

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José Ramón Guizado investido con la banda presidencial

Aquella tarde, conversaba en su palco tomando, como era su costumbre, champaña con hielo picado en vaso de whisky, cuando, entre las 7:30 y 8:00 pm, se escuchó un estruendo que echó al suelo los vasos y botellas que reposaban sobre las mesas del palco.

En un principio se pensó que eran cohetes, pero al escucharse una segunda descarga, los presentes vieron caer el cuerpo del presidente Remón y el de Antonio Anguizola y José María Peralta.

Después de los primeros minutos de pánico, el presidente fue llevado al hospital, en su propio auto. No había nada que hacer. 

Fue declarado muerto a las 9 y media de la noche. 

Sorpresa

Los días siguientes estuvieron repletos de eventos impensables y confusos en una ciudad provinciana, en la que solía pasar muy poco.

A las 3 de la madrugada del 3 de enero, tomaba posesión, en la Asamblea Nacional, el primer vicepresidente, José Ramón Guizado, como nuevo presidente de la República.

A las 5 de la madrugada llegaba en vuelo especial desde Florida la viuda, Cecilia Pinel, acompañada del segundo vicepresidente, Ricardo Arias Espinosa.

Se acordó inmediatamente que el sepelio fuera ese mismo día, a las 5 de la tarde. Al día siguiente, 4 de enero, se suspendían las garantías constitucionales.

Policía e investigación

La Policía Secreta y la Policía Nacional iniciaron de inmediato una orgía de detenciones, en las que cayeron más de 66 ciudadanos de todos los sectores sociales del país: desde el enemigo Arnulfo Arias (detenido en la cárcel de David), hasta impensables victimarios como Diógenes de la Rosa, Jorge Luis Lamela, Aristides Vernaza, Thelma King, Olga Yanis, Luis Restrepo Rosas, Roberto Anguizola, y muchos ciudadanos más. Hasta un borrachito de Chitré, apodado Chingo, que en su “juma”, declaró haber sido el autor del crimen de Remón fue conducido a la cárcel e interrogado, de acuerdo con la pagina web ricordhistoriografia.webnode.es.

Entre los detenidos

Como muchos otros, el abogado Rubén Miró Guardia fue llamado a declarar el 6 de enero y puesto en libertad. Pero, “la luz” de la cual hablaba el auto judicial, que iluminaría la “verdad” sobre el crimen, llegaría el 8 de enero, cuando el arquitecto Eladio Perez Venero testificó que conocía, meses atrás, que Miró fraguaba un golpe de Estado.

La declaración del arquitecto, respaldada por otras versiones más, motivaron a la Policía a detener nuevamente a Miró, el 11 de enero.

Al día siguiente, el 12, en declaración indagatoria, el abogado confesó ser autor único del delito, detallando a la Policía que, faltando 25 minutos para las 8 de la noche, disparó dos ráfagas de ametralladora contra el presidente, en 30 segundos. Su intención era salvar a Panamá, que “indudablemente no es terreno abonado para una dictadura al estilo de Somoza”, se justificó.

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Entrada del Hipódromo Juan Franco, ubicado en el sitio donde hoy se encuentran Las Galerías Obarrio

El día 14 volvió a rendir indagatoria. Ese día dijo que no había actuado solo y señaló al presidente José Ramón Guizado como supuesto autor intelectual y principal beneficiado del crimen. También vinculó a Rodolfo de Saint Malo (también supuesto autor intelectual), Federico Alfonso Hyams (conductor), Teresa Castro de Suárez (encubridora y su supuesta amante), los militares de carrera José Edgardo Tejada (cadete dueño del arma homicida), Luis Carlos Hernandez (cadete, colaborador), y Camilo Humberto Gonzales (cadete, colaborador).

Detención de Guizado

A raiz de los testimonios de Miró, el día 15 de enero de 1955, a las tres de la tarde, al presidente Guizado se le comunicó orden de arresto formal (por el Mayor Carrión) y se le condujo a la Cárcel Modelo.

Entonces tomó posesión inmediatamente el segundo vicepresidente, Ricardo Arias Espinosa.

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Guizado fue juzgado y condenado por la Asamblea Nacional el día 29 de marzo de 1955, en lo que algunos calificaron como una “monstruosidad jurídica”.

El expresidente siempre negó haber participado en el hecho, lo que fue apoyado reiteradas veces por el mismo Miró, quien durante el juicio del primero se retractó de las acusaciones y dijo que había sido coaccionado y amenazado por el coronel Bolívar Vallarino para que involucrase a Guizado.

Pese a no haber pruebas si no las iniciales acusaciones de Miró, Guizado fue hallado culpable. Según la sentencia de la Asamblea, “se le comprobó su autoría intelectual, en grado de cooperación especial” y se le condenó a una pena de seis años.

En octubre de ese mismo año, le tocaría el turno a Miró y a los otros implicados, quienes fueron juzgados por un Jurado de Conciencia en la Sala de Audiencias de la Corte Suprema de Justicia, ubicada en la Plaza de Francia.

Durante las audiencias, salieron a relucir versiones completamente distintas de los hechos. Los testimonios de Miró se contradecían una y otra vez , lo que llevó a calificarlo de mentiroso y de “engañador consumado”. Los exámenes de balística realizados por el experto Shelley Braverman determinaron que no había sido una, sino “dos ametralladoras las usadas en este asunto”, además de la pistola automática que dio muerte a Donaldo Souza.

El juicio terminó con un fallo absolutorio para todos, el 6 de diciembre de 1957(casi tres años después del crimen), tras lo cual se sucedieron manifestaciones de júbilo de la población, en las calles aledañas al tribunal, con gritos de “Viva Miró”.

Este fallo obligó a la Corte Suprema de Justicia a declarar nula la sentencia dictada contra Guizado. Hoy, los eventos que rodearon el asesinato y juicio del caso Remón son recordados en el país como trágicos y patéticos, fruto de una enorme conspiración, planificada magistralmente por individuos cuya verdadera identidad permanece aun entre las sombras, tal vez solo conocida con seguridad por Miró, quien se llevó la verdad a la tumba, al ser asesinado de misteriosamente en 1970, pero esa… es otra historia.

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