La conexión con el maestro Alfred de Saint Malo

El ingeniero Orlando Acosta nos presenta a la figura que investigó durante un año, como parte del proyecto ‘Protagonistas del siglo XX Panameño,’ un compendio de 82 biografías escritas por 75 autores nacionales

Alfredo de Saint Malo nació en 1898 en la ciudad de Panamá, entonces una pobre y atrasada capital de provincia colombiana. Su talento lo llevaría a convertirse en uno de los violinistas más destacados de su época, un virtuoso que ofreció conciertos en los escenarios más importantes de Europa, América del Norte y América del Sur.

El maestro Alfredo Saint Malo con su famoso violín, el Stradivarius Lipinski, que amerita un artículo por sí mismo.Cedida

Fue llamado “aristócrata de la plataforma”, y los críticos destacaron “su tono viril y cálido” y su “admirable técnica”. Uno de sus mayores honores se lo otorgó el celebrado compositor Mauricio Ravel, su maestro, quien, a finales de la década de 1920 le pidió que lo acompañara en el estreno de su Sonata en G Major para violín y piano. Ravel tocaría el piano y Saint Malo el violín.

“Saint Malo fue destacada figura de la primera generación de músicos panameños y su figura es clave para entender el desarrollo de la música en Panamá. Sus éxitos deben verse desde el trasfondo del impulso que dieron las primeras administraciones del país a las instituciones culturales”, comentó a La Estrella de Panamá Orlando Acosta, autor de la primera biografía del violinista.

La biografía forma parte del proyecto Protagonistas del Siglo XX Panameño (http://www.protagonistaspanamasigloxx.com), una iniciativa liderada por Jorge Eduardo Ritter, que vio la luz en el año 2015.

Orlando Acosta

Orlando, ¿cómo te acercaste a la figura de Alfredo de Saint Malo?

Me uní con mucho interés al proyecto de Protagonistas del siglo XX Panameño con la idea de recopilar la biografía del doctor José Renán Esquivel, sin embargo, este se le había asignado ya a César Del Vasto y, en su lugar, acepté escribir sobre Alfredo de Saint Malo. Fue un desafío, porque fuera de algunos pocos recortes de periódicos había muy pocas referencias escritas sobre su vida. En esta circunstancia decidí acercarme a familiares y a conocidos para construir la biografía a partir de diálogos informales.

¿Sentías, de partida, alguna afinidad con el personaje?

Al inicio de la tarea no tenía ninguna, pero en el transcurso de la investigación reconocí que estaba rodeado de curiosas conexiones con su mundo material y afectivo. Nada es casual. Por cosas del destino había conocido a Gladys Müller, quien fuera cuñada de de Saint Malo, pues su hermana Constanza Müller fue la esposa y manager de de Saint Malo en Europa. Por otra parte, mi vecino Alfredo Hidrovo –músico y autor de los eventos Luna llena de tambores–, era sobrino de la esposa de Walter Mayer, uno de los integrantes de un cuarteto de cuerdas que promovió de Saint Malo en su juventud. El violoncelo de Walter Mayer estuvo –sin saberlo yo– siempre del otro lado de mi casa. La materialidad de su vida estuvo siempre en mi entorno inmediato.

En otra oportunidad, en momentos en que sentí que no avanzaba con la investigación, conversé con mi entrañable amiga Lili Maduro St. Malo y ella me sorprendió con que era sobrina de Constanza Müeller y que casualmente había heredado de su abuela Gladys un archivo documental y fotográfico de de Saint Malo. En ese archivo encontramos fotos de Alfredo con Mussolini, del estreno de la Sonata en G Mayor de Ravel… el archivo tenía incluso una foto en el que aparecía el violín Stradivarius Lipinski que le regaló su suegro como dote cuando desposó a Constanza, un instrumento fabricado en 1715 de una extraordinaria calidad, que lo acompañó durante su triunfo artístico por los escenarios del mundo.

La investigación resultó un proceso de descubrimiento fascinante que me llevó a temas íntimos y personales que no cabían en el formato del proyecto, por lo que quedaron por fuera de él. Incluso pude conocer de confidencias de amores clandestinos de de Saint Malo, en el escenario del Teatro Nacional. Siendo ya mayor, esta dama –como suele suceder entre mujeres– comentó sus experiencias con una amiga, que, a su vez, me lo contó a mí. Bochinches de la investigación…

En la biografía publicada en Protagonistas haces una descripción interesantísima del ambiente de la sociedad panameña en la que nació y se crió de Saint Malo. ¿Podrías resumir este punto?

Como explico, Panamá era una ciudad bulliciosa y abigarrada y sin mayores refinamientos. Era como la mayoría de las ciudades decimonónicas americanas: sucias, incómodas, sin infraestructura de agua potable, alcantarillado, alumbrado público ni sistema de transporte. La vida cultural era tremendamente limitada. La mayoría de las personas no sabía leer ni escribir. Una élite blanca ostentaba el poder político social y económico. Había muy pocos músicos formados en instancias académicas. Los trabajos publicados de mi amigo Eduardo Tejeira Davis (q.e.p.d.) sobre el Teatro Nacional fueron de gran ayuda para recrear y entender el contexto social y urbano de finales de siglo XIX y principios del XX. Mi pasión personal sobre la ciudad de Panamá fue también clave para asomarme a muchas otras fuentes que ayudaron a describir el entorno temporal de ese Panamá.

El violoncelo de Walter Mayers y fotografía de Gladys Muller, cuñada de Alfredo de Saint Malo, dos objetos materiales que tienen su ubicación permanente en las casas de los vecinos más cercanos de Orlando Acosta.

Como pude leer en la biografía, de Saint Malo nació en una familia de cierto nivel cultural, con un padre que conocía de música y que lo introdujo en el estudio del violín. Posteriormente, siguió su aprendizaje con el cónsul de Alemania en Panamá, Arturo Kohpcke. A partir de 1906, el joven estudió en el Conservatorio Nacional, bajo la dirección de Narciso Garay. ¿Qué influencia tuvo Narciso Garay sobre Alfredo de Saint Malo?

Garay era entonces el músico con mayor formación en el país, un profesional que había estudiado violín y composición en importantes academias de Londres, Bruselas y París. Él se convertiría en una figura clave en su formación, sobre todo porque con sus contactos y su influencia había logrado dar impulso a una política de Estado dirigida a forjar la identidad y la cultura de la incipiente nación panameña y fortalecerla, frente a la empresa del Canal, que tomaba escenario, del otro lado del Ancón.

Garay estuvo detrás de las primeras instituciones culturales del país, la Escuela Nacional de Música, el Círculo Filarmónico de Panamá, la Banda Republicana, la Orquesta del Teatro Nacional, el Instituto Nacional de Música. Implementó el programa de “Lunes del Conservatorio”, en el que participaban jóvenes estudiantes presentando conciertos de cámara.

¿Qué nos puedes relatar sobre la formación académica que recibiera de Saint Malo y el efecto que tuvo en el desarrollo de su carrera?

En 1912, con apenas 17 años, Alfredo de Saint Malo se presentó en el Teatro Nacional ante un público que incluía al presidente Belisario Porras. El joven se daba a conocer, pero necesitaría todavía recibir su diploma del conservatorio panameño con el primer puesto de honor para que la administración de Porras le otorgara –en 1915– una beca para estudiar en Francia. En el Conservatorio de Música de París tuvo como maestros a Lucien Capet y Georges Enesco, y posteriormente a Oscar Morini en Viena. En 1919 se le concedió el primer premio de violín y medalla de oro, considerada entonces la más prestigiosa y codiciada distinción en el mundo musical. Con este reconocimiento empezó una vertiginosa carrera musical en los grandes escenarios del mundo. Se presentó en Francia, siguió en Alemania, Austria, Suiza, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, Cuba, Puerto Rico, toda Centroamérica y Suramérica.

Posterior a su éxito en América, regresó a Europa donde lo recibió Benito Mussolini para una audición privada en su residencia de Villa Tortonia. Uno de los registros de esa actuación contiene una cita de Mussolini: “Jamás había tenido la oportunidad de escuchar un artista del violín de tan excelente calidad”.

En Italia los papas Pío XI y Pío XII lo recibieron y bendijeron su violín, el extraordinario Stradivarius Lipinksky, valorado en más de un millón de dólares (ver https://www.laestrella.com.pa/cafe-estrella/cultura/150526/malo-saint-violin-regresa).

Fueron más de 20 años de triunfos en las más connotadas salas de conciertos, en los que también grabó discos para el sello Columbia y RCA Víctor. Merece reconocer esta referencia a Lili Maduro y los archivos fotográficos, pues no existía ningún documento sobre este aspecto de la carrera de Alfredo de Saint Malo. La totalidad de ese archivo fotográfico se encuentra hoy –por su gestión desprendida– en los archivos de la Biblioteca Nacional.

Durante esa fulgurante carrera, ¿mantuvo de Saint Malo el contacto con su país?

Siempre. Regresó a Panamá en el año 1929 después de más de una década de ausencia y ofreció una serie de conciertos en el Teatro Nacional, en la ciudad de Colón, en la iglesia de Aguadulce y en Balboa, Zona del Canal. En el año de 1936 se presentó en el teatro Bella Vista dirigido por Eduardo Charpentier Herrera.

En 1950 el presidente Arnulfo Arias lo nombra director del Conservatorio Nacional de Música y Declamación en Panamá, y él abandonó los escenarios, los aplausos y la fama para venir a Panamá a hacerse cargo del proyecto. En este puesto se mantuvo durante 11 años, pero en 1951, cuando se da el segundo golpe de Estado al presidente Arias, lo despiden y sustituyen por Roque Cordero. Él se siente desilusionado y desaparece de la vida pública nacional para dedicarse a la docencia en la Universidad de Texas, en la ciudad de Austin.

Allá muere en el año de 1984 bajo la decisión del más hermético anonimato y con una esporádica presencia en la vida pública nacional.

Cuando murió, Jaime Ingram escribió: “Desaparece el mayor violinista panameño y uno de los más prestigiosos de Iberoamérica, quien con su arte y profesionalismo llevó el nombre de la patria a los salones musicales más significativos de América y Europa, labor que todavía no ha sido cabalmente comprendida ni evaluada en su verdadera dimensión artística en Panamá”.

En Texas, la familia se vio obligada a vender su valioso violín para garantizar la seguridad económica de su esposa y cancelar la deuda hipotecaria.

Orlando Acosta

Biógrafo

Formado académicamente como ingeniero industrial –es becario Fullbright y tiene una especialización en desarrollo urbano–, tiene a cuestas una larga carrera en la División de Ambiente de la Autoridad del Canal de Panamá. Sin embargo, en los últimos años se ha ido introduciendo progresivamente en el periodismo, publicando cientos de columnas de opinión en “La Estrella de Panamá” y “La Prensa”, así como crónicas urbanas y culturales en las revistas “Lobby” y “Portada”. Actualmente es permanente colaborador para los medios escritos y audiovisuales de la Autoridad del Canal de Panamá. El año pasado lanzó, junto con el fotógrafo Sergio Ochoa y bajo el sello de la editorial Hierbabuena, su primer libro “El Cerro Ancón”, que se vende actualmente en las librerías del país.

EL VIOLÍN DE ALFREDO DE SAINT MALO

Cuenta Wikipedia que en el año 1817 un joven violinista polaco llamado Karol Lipinski se acercó a la casa de un viejo y afamado músico, el Signor Salvini, con una carta de recomendación escrita por uno de sus maestros. En el transcurso de la visita, el joven tocó su violín a Salvini, quien después de escucharlo pidió ver el instrumento. Lipinski se lo ofreció y Salvini lo tomó con ambas manos para estrellarlo de inmediato contra una mesa hasta desbaratarlo. Entonces le entregó el suyo propio, un extraordinario Stradivarius que él mismo había recibido años antes de su maestro, el afamado compositor italiano Giuseppe Tartini. Al dárselo, le dijo: “Un regalo de mi parte y en recuerdo de Tartini”.

Tras las huellas del extraordinario Stradivarius Lipinski: la conexión panameña

Giuseppe Tartini había sido el primer propietario privado conocido de ese instrumento fabricado entre 1700 y 1720 por el lutier Antonio Stradivari, de Cremona, Italia, para el rey de Polonia.

El mismo pasaría a la historia como “el Stradivarius Lipinski”, en honor al gran músico polaco que en el siglo XIX protagonizaría una sonada historia de rivalidades y celos con Nicolás Paganini.

El violín se conectaría con la historia cultural panameña en el año 1927, cuando fue adquirido por Alfredo de Saint Malo, una transacción que aparece registrada en una nota de prensa publicada en decenas de diarios internacionales en agosto de ese año. La nota anunciaba que el nuevo propietario del Stradivarius Lipinski lo llevaría temporalmente de vuelta a Europa después de años de permanencia en Estados Unidos.

“Se trata de un instrumento muy fino, y llamativo, que figura entre los de mayor escala fabricados por el maestro (Stradivari). Espero que permanezca en manos cuidadosas”, comentaba en la misma nota periodística el experto en violines antiguos y propietario de un taller de reparaciones de Londres, profesor Hill.

De un dueño de Strad a otro

Un año después de la compra del Strad (diminutivo del Stradivarius), los medios informativos europeos y estadounidenses volvían a hablar nuevamente de de Saint Malo y el violín. Esta vez se trataba de un telegrama enviado por el panameño a Lea Luboschultz, del Curtis Institute, tras la adquisición, por este último, de otro exquisito y raro Stradivarius, por $50,000.

De acuerdo con el diario, el telegrama enviado por de Saint Malo, que revela el afecto que sentía por su instrumento, decía así: “Gran baratillo. Me sorprendo de que alguien quiera vender su Strad. Yo no me separaría del mío por nada del mundo. Para mí no es solamente un fino violín, sino un instrumento que canta maravillosamente. Cuando lo toco, me supero a mí mismo”.

El Guarnari del Gésu

El Stradivarius Lipinski no fue el único instrumento de gran calibre del que en algún momento reclamara propiedad Alfredo de Saint Malo. El virtuoso panameño también tendría el honor de ser heredero de otro gran violín, un Guarnari del Gésu del año 1737, conocido como “ex Lipinski” por ser en su momento también propiedad del músico polaco (ver http://www.alfredosaintmalo.com).

Su suegro, Carlos Müller, un acaudalado negociante panameño de origen alemán, se lo obsequió en 1931 con motivo del casamiento de este con su hija María Constancia Müller de la Espriella.

Probablemente Müller, propietario de la afamada Casa Müller, pretendía asegurar un futuro promisorio al músico, lo cual sin duda beneficiaría a su propia hija, quien se convertiría por derecho propio en una connotada mánager que, con su inteligencia y contactos, administraría la agenda de su esposo y aseguraría a este espacios en las mejores salas de concierto europeas.

El Guarneri debió haber estado más cerca de su corazón, porque entre las décadas de 1930 y 1940 Alfredo de Saint Malo se desprendió de su Stradivarius, pero este lo acompañaría hasta su muerte.

Se le pierde la pista

De acuerdo con varias referencias, de Saint Malo tocaría su Stradivarius en Panamá por última vez en abril de 1929 en el Teatro Nacional, ante un público que incluía al presidente Florencio Harmodio Arosemena, quien, como uno más, se pondría de pie para aplaudir con entusiasmo al maestro.

El instrumento pasaría por las manos de diferentes coleccionistas privados y sería olvidado por el gran público, mas no por Julieta Alvarado, doctora en música antigua en la Universidad de Indiana en Bloomington. La panameña nacida en 1959 y graduada del colegio María Inmaculada, con estudios de licenciatura y maestría en el Cleveland Institute of Music, había ganado una beca Fullbright para investigar las partituras de Narciso Garay, una investigación que se fue expandiendo hasta incluir a su pupilo de Saint Malo.

En “una verdadera labor detectivesca” (ver entrevista realizada por Ana María Pinilla, La Estrella de Panamá), Alvarado logró localizar a la hija de la tercera esposa de de Saint Malo (Alma Rosa Vera), en Austin, Texas, quien le proporcionó rica información, pero desconocía la identidad de los nuevos propietarios del violín.

El robo

La clave sobre el paradero del instrumento llegaría de la forma más inesperada, cuando en 2014 los medios noticiosos estadounidenses anunciaron extensamente el robo de un valiosísimo violín de más de 300 años valorado en $5 millones.

El robo se había efectuado en enero de 2014 en los alrededores del Wisconsin Lutheran College, cuando el violinista Frank Almond se dirigía a su casa, tras dar un concierto. Un hombre se le acercó con un arma eléctrica y le produjo un shock. Cuando cayó al piso, le quitó el violín y se fue corriendo.

“Ese es el Stradivarius de de Saint Malo”, se dijo Alvarado, al escuchar la noticia del robo.

Afortunadamente, el episodio terminó prontamente. Dos meses después, el violín fue encontrado en perfecto estado, en el ático de una casa de Winsconsin. Un detective especialista en robos de objetos de arte había dado seguimiento al arma y de esta forma pudo encontrar al autor intelectual del robo.

Alvarado logró contactar al nuevo propietario, Frank Almond, quien aceptó venir a Panamá y participar con su Stradivarius en uno de los conciertos del IX Festival Internacional Alfredo de Saint Malo (2015), en el ateneo de la Ciudad del Saber. Quienes estuvieron presentes aseguran que fue una noche inolvidable, en la que se rindió tributo a Alfredo de Saint Malo, a su maestro Maurice Ravel y a Giusepe Tartini, el primer propietario del famoso Lipinski.

Julieta Alvarado

“Conocí a Julieta Alvarado en mayo del año 2011 en ocasión de una exhibición que organizara el Museo del Canal en honor a Narciso Garay en el contexto del Festival Alfredo de Saint Malo”, recuerda el ingeniero Orlando Acosta Patiño, primer biógrafo de Alfredo de Saint Malo (ver http://www.protagonistaspanamasigloxx.com).

“Fue un encuentro delicioso y sorprendente y establecimos un vínculo personal, fortalecido por la condición de ambos como becarios Fulbright. Nunca había tenido el honor de conocer un talento tan particular como el de ella, con esa capacidad para escudriñar la mente de otro músico; algo así como un trabajo de arqueología musical”, continúa.

“Años más tarde, queriendo conocer el destino del violín para la biografía de de Saint Malo, la llamé a su casa. Ella estaba por entrar al quirófano para someterse a una cirugía ocular. No supe más de ella, hasta conocer de su prematura muerte, en el año 2017”.

Murió apenas dos años después de presenciar el concierto del Stradivarius Lipinski que ella había organizado y después de presentar, en el marco del Festival Alfredo de Saint Malo, una conferencia sobre el violín.

Actualmente, quedan en existencia alrededor de 600 Stradivarius, considerados los más finos instrumentos de cuerda jamás creados, cotizados principalmente por los profesionales. Su sonido es descrito como “dulce”, “apasionado” y “misterioso”. El Lipinski es considerado un ejemplar particularmente fino de este fabricante. El mismo fue asegurado en 2012 por $5 millones, como “instrumento musical y pieza de arte”. Al igual que una pintura de Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel, podrá ser imitado, pero nunca será como el original.

Cierro este artículo con otra cita de mi estimado Orlando: “Parece mentira que estas extraordinarias historias estén vinculadas a este pedacito de tierra”

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